Camino y literatura

Portada del Códice Calixtino

En la Edad Media el Camino de Santiago fue una vía de difusión de canciones, poemas y relatos juglarescos donde se dan cita las novedades que llegan de Francia y la producción en gallego o en castellano. Tratan, por supuesto, asuntos mundanos más que espirituales, aunque hay una colección abundante de leyendas sobre milagros y peregrinaciones ascéticas. En «El Libro de buen amor» del Arcipreste de Hita aparecen como temas recurrentes, por ejemplo, asaltos eróticos, aventuras y el uso del traje de peregrino como disfraz. Igualmente lo reflejan Gonzalo de Berceo, más pegado a la devoción religiosa, y las célebres Cantigas del Alfonso X el Sabio… aunque sea para hacer competir en milagros a la Virgen María con el Apóstol:

 

A Virgen Santa María; / e outro dia fillou

seu camy~’, e assi yndo,/ un ome cego achou

que a Santiago ya; / mas ela ll’aconssellou

que fose por Vila-Sirga, / Se quisesse lum,aver.

Cómo soffre moi gran coita / o om’ en cego seer

 

E contoou todo seu feito, / como fora con remeus

muitos pera Santiago, / mas pero nunca dos seus

ollos o lum’ y cobrara, / mais pois a Madre de Deus

llo dera en Vila-Sirga / pelo seu mui gran poder.

Como soffre mui gran coita / o om’ en cego seer

(Cantigas a Santa María. Clásicos Castalia,

edición de Walter Mettmann)

 

Se trata de una dama francesa que ha recuperado la vista por intercesión de María en el santuario de Vila-Sirga, hoy Villácazar de Sirga, en Palencia, a mitad del Camino Francés. La localidad conserva el santuario mariano y una iglesia fortaleza ligada a los Caballeros Templarios. La señora se encuentra con otro ciego que va camino de Compostela y le aconseja que busque la cura en Vila-Sirga. En una traslación de neófito con algunas libertades podría ser:

 

¡Ah, Virgen Santa María! / A otro día retomó

su camino, y andando, / a un hombre ciego halló

que iba igual para Santiago;/ pero ella le aconsejó

que se fuese a Vila-Sirga / si quería la luz ver.

¡Cómo sufre, qué  gran pena / el hombre que ciego es!

 

Le contó todo su viaje / como llegó con romeros

a Santiago, en mogollón, / pero allí nunca lucieron

sus ojos. Solo por merced / de la Madre de Dios vieron,

ya en Vila-Sirga la luz, / y así mostró su poder.

¡Cómo sufre, qué  gran pena, / el hombre que ciego es!

 

Una muestra profana de la repercusión del camino se encuentra en Los cuentos de Canterbury, de Geoffrey Chaucer. En el de La comadre de Bath, al hilo de la peregrinación hacia la tumba de Thomas Becket, nos da algunos detalles del carácter  de la mujer así:

«Iba allá una buena viuda de la comarca de Bath, mujer algo sorda. Era hábil en tejer paños mejor que los de Gante e Ipres. No había en toda su parróquia mujer que llegase a la ofrenda primero que ella, mas si alguna vez sucedía lo contrario, luego la buena viuda se irritaba más allá de lo que consiente la caridad. Siempre había sido mujer muy honrada: cinco maridos llevó a la iglesia y aun tuvo en la mocedad otras compañías…. Tres veces había estado Jerusalén y cruzado buen golpe de ríos extranjeros. Asimismo había ido a Roma, Bolonia, Santiago (Galicia) y Colonia, y era por tanto ducha en caminatas… Montaba con desenvoltura su jaca, cubría con un sombrero ancho como una rodela su cabeza y solía reír y platicar con desenfado y debía ser docta en remedios de amor, pues no ignoraba las reglas de este arte.»

Chaucer escribió los cuentos entre 1387 y 1400.  Del siglo XV (1495) es también una especie de guía viajera, casi tan conocida como la del Codex Calixtino, escrita por el monje alemán Hermann Künig Von Vach. En el Siglo de Oro, con todos su grandes autores, aunque hay menciona, solo Tirso de Molina se ocupa directamente del Camino con «La Romera de Santiago». En el siglo XVIII, destaca el relato de la peregrinación de Diego de Torres Villarroel en su autobiografía.

En el XIX George Borrow, el viajero inglés que tanta repercusión ha tenido con su libro de viajes «La biblia en España»,  se deja arrastrar por la belleza de la católica Compostela pese a su compromiso en la difusión del Nuevo Testamento en clave protestante. Don Jorgito escribe:

            «Santiago se alza en una planicie amena, rodeada de montañas; la más notable es de una forma cónica, llamada Pico Sacro, de la que se cuentan muchas leyendas maravillosas. Santiago es una ciudad vieja muy bella, de uno veinte mil habitante. Hubo tiempos en que con la sola excepción de Roma, fue Santiago el lugar de peregrinación más famoso del mundo, porque dicen que su catedral guarda los huesos de Santgiago el Mayor, el hijo del trueno, que, según la leyenda de la Iglesia romana, fue el primero en predicar el Evangelio en España. Pero su gloria como lugar de peregrinación decae rápidamente.

La Catedral, aunque obra de varias épocas, en la que se mezclan diversos estilos de arquitectura, es una fábrica mejestuosa y venerable, muy a propósito para suscitar la admiración y el respeto; es casi imposible, a la verdad, pasear por sus sobrias naves, oír la solemne música y los nobles cánticos, respirar el incienso de los grandes incensarios, lanzados a veces hasta la bóveda del techo por la maquinaria que los mueve, mientras los cirios gigantescos brillan aquí y allá en la penunbra, en los altares de numerosos santos, ante los que los fieles, de hinojos, exhalan sus plegarias en demanda de protección, de piedad y de amor, y dudar de que hollamos una casa donde el Señor mora con deleite. El Señor, empero, se aparta de ella; no escucha, no mira, y si lo hace, será con enojo…» (La biblia en España. George Borrow. Alianza Editorial)

Y así trata incluso de sacar a los compostelanos de su, para él, errada fe depositado en santos e ídólos, aunque sea su patrono un apósto, en vez de depositarla en el Señor

Ya en el primer tercio del siglo XX, encontramos alusiones al Camino en Valle Inclán, Rubén Darío, Lorca o Gerardo Diego, los Machado.  Manuel, por ejemplo deja estos admirativos versos:

                        ¡Oh, callejas sonoras,

por donde el agua eternamente corre….

¡Y al caer de las horas

de la lenta campana de la torre,

quedándose en el aire, soñadoras,

en estas tardes blancas, como auroras!

¡Oh, Quintana de Muertos! Oh, Palacio

de Gelmírez! Oh, piedra suntuaria,

lujosa piedra, piedra igual y varia,

matizada de gris hasta el topacio!

¡Oh, gárgola, mingente en el espacio,

con la ruda impudicia milenaria!

¡Oh, musgo! ¡Oh, jaramago! ;Oh, parietaria

-hiedra en la piedra-, bajo el sol reacio!

¡Oh, Pórtico divino de la Gloria!

¡Oh, peregrinaciones! ¡Oh, estela

de lacras y dolores! ¡Oh, memoria

del Apóstol San lago!… Oh, centinela

de la fe yerta y olvidada historia!

¡Oh, saudades! Oh, muerte! Oh, Compostela!

Gonzalo Torrente Ballester publicado en 1948 «Compostela y su ángel», con fotografías de Xurxo Lobato,  uno los más bellos que se han escrito sobre la ciudad de Santiago pero también hace referencia al Camino y las perigranaciones y a la figura del santo. En fin cómo se construyó el mito. Del que he extraído el párrafo de los hosteleros para acompañar la última etapa. En concreto de la edición de la Diputación de A Coruña de 1993.

Casi veinte años después, en 1962, es Álvaro Cunqueiro, junto al fotógrafo Magar (Manuel García Castro), hace el viaje desde Piedrafita y escribe una serie de artículos para el Faro de Vigo. Una parte terminarían siendo un libro: «Por el camino de las peregrinaciones» publicado por Alba Editorial. El Camino es para Cunqueiro una metáfora de la historia de Galicia y de Europa. Con su característica erudición y su exuberante fantasía hace desfilar a un montón de personajes reales e imaginarios que peregrinan a Compostela y que componen una un retrato de los intereses y pasiones humanas.

«Cunqueiro laiaba a escasez de peregrinos na época en que el fixo o Camiño sentado no seiscentos “Don Gaiferos”. El peregrinaba buscando os ronseis, as pegadas, os recendos de todos os peregrinos de antano, buscando a maxia, o esoterismo, o recendo do Grial e o ronsel dos guerreiros santos».  (Cunqueiro lamentaba la escasez de peregrinos en la época enque hizo el Camin

o abordo del seiscientos «Don Gaiferos». Él peregrinaba buscando los rastros, las pisadas, los aromas de todos los peregrinosde antaño, buscando la magia, el esoterismo, el perfume del grial, el rastro de los guerreros santos). «O Camiño de Santiago e outras peregrinacións en Álvaro Cunqueiro» . Revista de Estudios Galegos. Xosé-Henrique Costas. Universidade de Vigo.

Donde también se puede leer:

(Cunqueiro denuncia tamibén es us artículos el estado calamitoso que p`resenta el Camino y también critica con acidez a las autoridades políticas y culturales de la época por permitir que crezcan la zarzas e invadan el Camino, la historia gloriosa de los nuestro. Cunqueiro, como hombre insertado en el Régimen (franquista), podía hacerlo y lo hizo. Otros destacadops autores que tamibén estaban con el Régimen nunca hicieron crítica alguna…» Cunuqueiro no solo habla del Camino con evocadora nostalgia artística, mítica y literaria. No. Además de eso, Cunqueiro denuncia la deriva agonizante del Camino y de todo lo que respresentó y representa, independientemente de consideraciones puramente religiosas o filocristianas).

Mas cerca, ya en 1993,  «Desvío a Santiago» de Cees Nooteboom, Siruela, es un interesante libro de viajes del autor holandés enamorado de España. El Camino, en esos años quizá por los nuevos aires milenaristas de la época, por el fin de la historia o la necesidad de una nueva espirituales, vuelve a estar de moda. Y así los vuelven a trotar famosos como Shirley MacLane, que escribió un libro con su experiencia, Martin Seen, etc. De forma que terminan escribiéndose novelas históricas o actuales sobre el asunto por autores como Paulo Coelho, Matilde Asensi o Jesús Torbado.

El  camino también se puede conocer leyendo, no solo andando.

La ciudad tiene origen romano y en la Alta Edad Media sería la sede de una importante casa noble con el nombre de la misma. Destacan la Iglesia de Santa Marina, el templo del Salvador y el hospital del San Antonio. Todas de origen románico pero con la fábrica actual levantada en el siglo XVI.

Don Dionís de Castro, hijo de los marqueses de Sarria, deja en 1588 una manda testamentaria para el hospital de peregrinos de San Antonio. Solo se atendía a los que tuvieran la Compostela y se les daba posada y ocho maravedís; y a los enfermos, cama, luz, el cuidado de un ‘curujano’ y 24 maravedís diarios para su alimento.

De Sarria se sale desde el monasterio de La Magdalena por el camino que desciende de manera rápida hacia el río Celeiro para atravesarlo por el puente de A Áspera, en una ruta que agradecimos que sea más suave de lo que pronostica el puente.

Una etapa en la que merece la pena detenerse en Barbadelo.

Se trata de la primera aldeas después de abandonar Sarria y recorrer, con el frescor de la mañana y el rocío aún haciendo brillar el verde los campos. La Iglesia de Santiago y su portada románica de austeros adornos compensa.

La portada de la Iglesia de Santiago en Barbadelo (Iñaki observa uno de los primeros sellos)

SALTEADORES Y PÍCAROS

Son muchas las historias del camino relacionadas con asaltos, hurtos y engaños… Y hasta cosas peores, que en un tiempo tan cercano como el 5 de abril de 2015  Denise Pikka, una peregrina norteamericana de origen hongkonés, salió de Astorga y poco después se le perdió el rastro. En septiembre fue detenido  Miguel Ángel Muñoz Blas que había cambiado las señales del Camino para que las peregrinas se desviaran y llegaran hasta su guarida.

Bajo custodia condujo a la policía hasta el cadáver de Denise que había enterrado en un paraje solitario de Castrillo de los Polvazares (León). O sea que, pese a que Policía y Guardia Civil prestan labores de seguridad y vigilancia en el Camino, no hay que tomar a broma los riesgos. Esto viene de antiguo, que por eso los caballeros Hospitalarios y otros émulos de los Templarios prestaron ese servicio..

Guardia Civil y Policía Nacional prestan hoy servicio en el Camino y garantizan un alto nivel de seguridad

Amenazas menos trágicas se daban en Barbadelo, por donde pasamos en esta etapa. En El Camino de Santiago,  Isidro G. Bango cita del Códice Calixtino, la primera guía de viaje del Camino Francés, que era uno de los lugares donde se enviaba a algunos pillos para engañar a los peregrinos.  

«Otro -se refiere a ganchos enviados por los posaderos compostelanos- va a Barbadelo o Triacastela a su encuentro – de los peregrinos-, y cuando los avista los saluda y les habla astutamente de otras cosas….»

La primera etapa concluye en Portomarín, en la rivera del Miño

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