Marco Polo es el primer nombre que, probablemente, se le viene a uno a la cabeza al casar las palabras viaje e historia. Para que nadie quede defraudado, aquí está.
El largo periplo de los Polo a finales del siglo XIII por Oriente y la China recién conquistada por los Mongoles todavía asombra. El relato del joven Marco es apasionante. Admirable, sin duda, le debió parecer a Rustichello de Pisa que le dio la forma literaria que hoy conocemos.
De las grandes rutas históricas, la de la seda y ese encuentro de Oriente con Occidente es una de las más atractivas. En su curso se han mezclado siempre apetencias culturales, económicas y aún militares y de poder. Micer Marco levantó un interés sin igual y deslumbró a sus coetáneos, más allá de su Venecia natal, con las maravillas que contaba. Del libro han bebido muchos e, incluso, de él se sirvió, con algunos jugosos comentarios, otro viajero histórico: Cristóbal Colón.
Hoy, ese libro todavía puede deslumbrar con cosas como esta del capítulo décimo-tercero “De Armenia la Grande”, tributaria de los tártaros».
“La región limita al oriente con la provincia de Mosul, al aquilón (norte) hay una gran fuente de la que fluye un líquido semejante al aceite, que no sirve para la comida, pero que es excelente para ungüentos y lámparas. Todos los pueblos comarcanos usan este liquido para unciones y candiles, pues de esta fuente mana en tan gran abundancia que se cargan de él al tiempo cien naves”.
Y Colón, en sus notas al margen, tras haber apuntado que por esa región del actual Irak se dice que está el arca de Noé, subraya junto al párrafo: “una fuente fluye aceite”.
Así que se puede concluir que Marco Polo encontró petróleo, al menos antes que otros.
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