Viaje interior

Muchacha en viaje interior

 La búsqueda interior, la introspección, bucear en el inconsciente son acciones que se comparan habitualmente con el viaje. De hecho, conducen casi siempre a territorios desconocidos y revelan conexiones vitales que de otra manera quedan atrapadas en la red del repetitivo devenir diario.

No es un secreto que desde las cavernas se han buscado estimulantes, drogas o ritos hipnóticos, como equipaje para ese camino. El Ácido Lisérgico, el LSD, cuyo descubridor termino como químico venerable, es un ejemplo relativamente reciente. Y no en vano se lo llamaba ‘tripy’. De la época de tal descubrimiento data un ensayo en el que Robert Graves, apoyándose en un depurado análisis filológico, viene a sostener sólidamente que en el mundo griego las fiestas y ritos mistéricos (Dioniso, las ménades, Démeter, Perséfone) están relacionados con el consumo de la amanita muscaria. La falsa oronja que, más que venenosa, es tan picante como el fuego. Y así la ambrosía y el néctar, alimento y bebida de los dioses, son un hongo: «La comida de los centauros», según el título del ensayo firmado en 1957 en Mallorca.

Falsas oronjas (amanita muscaria) en el bosque
Falsas oronjas (amanita muscaria) en el bosque

Ahí se puede leer que los miembros de un pueblo de Kamachatka, en el Ártico ruso, «se estimulan con regularidad con la falsa oronja y son capaces de pagar hasta un reno por una sola dosis. Cuando la toman, sus rostros se tornan violáceos y adquieren una extraordinaria fuerza muscular, a menudo combinada con una vehemente necesidad de matar y un deseo sexual arrollador. La excitación no solo induce ilusiones espaciales y temporales -como las que fascinaban a la Alicia de Lewis Carrol cuando mordisqueó el hongo-, sino también, según algunos, el don de la clarividencia».

Si le intriga, amigo/a lector/a (permítame la confianza si ha llegado hasta aquí), le recomiendo la lectura completa y le adelanto el arranque del ensayo, una guía para viajeros sedentarios y de buen conformar.

Guía para viajeros de la mente

«Nunca he estado en Atenas, Corinto, Micenas, Constantinopla ni Jerusalén. La verdad es que no me gusta visitar lugares de interés o antiguos monumentos de una forma programada y tengo poco tiempo libre para hacer viajes de placer por el extranjero. Probablemente los árabes tengan razón cuando dicen que el espíritu humano no puede volar a más velocidad que la de un camello al trote, y si tu cuerpo se ha adelantado en un cadillac, un avión o un tren expreso, puede llegar a tardar varios días en alcanzarlo. Ya es bastante desagradable que un ascensor moderno me suba vertiginosamente veinte pisos. Cuando llego, siempre tengo que esperar un minuto o dos para dar tiempo a que mi rústico espíritu me siga por las escaleras. En cambio, me agrada viajar vertiginosamente por las –según algunos, alocadas- regiones de mi mente».


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